7 planes que hacer en Finisterre

Diluvia en Fisterra -nombre oficial de Finisterre- villa de casi cinco mil almas al abrigo del Monte que a menudo se señala como el lugar más occidental del continente. Un error común al que induce, inevitablemente, un nombre que en sí mismo contiene una advertencia: indica que aquí no hay más; o perecer o darse la vuelta. Geográficamente, en los tiempos contemporáneos sabemos que el punto más occidental de la Península Ibérica -y por tanto de la Europa continental- es el Cabo da Roca de la vecina Portugal. Otro lugar emblemático maltratado por el Atlántico, ubicado en el término municipal de la bella Sintra, la ciudad de los palacios.

Pero, volviendo al Finis Terrae de hoy, ése que en verano recibe un goteo constante de turistas y peregrinos, dispuestos a hacer un pacto con el sol y el mar. Ése que en invierno permanece gris y solitario, como un cuadro melancólico de una Galicia máxica y auténtica… Sea cual sea la época en que se visita, voy a tratar de resumir las 7 mejores cosas que hacer y que ver en Finisterre para una estancia inolvidable. Palabra de una medio – meiga andaluza seducida por la tierriña hace ya muchos años.

1 – Contemplar el atardecer desde el faro de Finisterre.
El cañón de luz que proyecta el faro más importante de la Costa da Morte gallega guía a los marineros y pescadores por estas traicioneras aguas desde el año 1868. El peligro de naufragios en un océano bravo, a menudo cubierto de niebla, con acantilados escarpados y afilados arrecifes, le ha valido el nombre a un litoral tristemente famoso por cobrarse muchas vidas de quiénes han osado desafiarlo. El espectáculo del sol poniente a 143 metros de altura, donde se ubica la plataforma del faro, regala algunos de los atardeceres más espectaculares de Galicia. Hora de conjurar al crepúsculo, como hacían los pueblos primitivos en ancestrales rituales, mucho antes de los romanos y la cristianización.

2 – Recorrer la última etapa del Camino de Santiago.
La mayoría de peregrinos finalizan el Camino de Santiago con el abrazo a la imagen del apóstol. Dentro de la catedral de Santiago de Compostela. Pero esta ruta milenaria en realidad acaba en Fisterra, ante el mar, justo en el mojón señalado con el kilómetro cero en el Monte de Finisterre. Los caminantes que sí, se aventuran hasta aquí, cumplen la tradición de visitar la iglesia de Nuestra Señora de las Arenas, donde se ubica O Cristo da Barba Dourada, el Santo Cristo de Finisterre. Quemar las ropas -aunque en la actualidad y para evitar la contaminación, ya está prohibido hacer hogueras-. El rito que culmina con bañarse en el mar y tomar una concha de vieira. Tras cumplir la tradición, los peregrinos podrán retornar a sus lugares de origen como «personas nuevas» tras «volver a nacer».

3 – Explorar el casco histórico de Finisterre.
Peregrinos o no, la visita turística a Finisterre pasa por adentrarse por las callejuelas del medieval casco histórico. Se escuchan los embistes del viento, los quejidos de las gaviotas y el rumor de las olas, de fondo. Fachadas de piedra gris con grandes cristaleras -típica construcciones de Galicia- pequeñas capillas, plazuelas… Una de ellas con nombre al ancestral Altar: la plaza Ara Solis. Hasta dar con la Lonja del pescado y el pequeño puerto pesquero, con sus barquitas de colores, ya a pie de mar. El Monumento al Emigrante recuerda a todas aquellas personas que dejaron su tierra atrás y se embarcaron rumbo a América en busca de fortuna, huyendo de la pobreza y los años del hambre. Gallegos que partieron, sobre todo, a Argentina y Venezuela. Es por eso que aún para muchos argentinos, todos los españoles «son gallegos».

4 – Visitar el castillo de San Carlos.
Otro de los planes imperdibles y lugares que ver en Finisterre es esta vieja fortaleza. Sus recios muros fueron alzados para defender a la población en los tiempos del rey Carlos III del ataque de piratas. Albergan hoy el Museo de la Pesca, actividad principal de los habitantes de Finisterre y de toda la Costa da Morte en general. Una colección de aparejos y embarcaciones narra la Historia de un pueblo que ha tenido que sobrevivir en un entorno tan hostil, por lo peligroso, y a la vez de indómita belleza.

5 – Disfrutar de las playas de Finisterre.
Si se tiene la suerte de visitar esta villa durante la época estival, sin duda la actividad más deseada que hacer en Finisterre es darse un chapuzón en sus gélidas aguas (da igual que sea verano, está fría igual). Playas en Fisterra las hay para todos los gustos: de fuerte oleaje para surferos; la popular playa de Langosteira, en la entrada al pueblo, de aguas más tranquilas y cristalinas. O la playa de Corveiro, a los pies mismos del Santo Cristo de Finisterre.

6 – Comer pulpo a feira.
Y otras delicias de la gastronomía gallega. ¡Una de las mejores del mundo! Del Ayuntamiento de Fisterra a la plaza de la Constitución, por la Rúa Real, paralela al Puerto, se ubican varios bares y restaurantes para tomar ricos pinchos de productos frescos, recién salidos de las huertas gallegas o del océano. No hace falta que diga que sólo hace falta una ración de vieiras, un pulpo a feira o unas zamburiñas a la plancha, brindado con una Estrella de Galicia, la más rica del mundo con perdón de la Alhambra… O una cunca de Albariño, para tener en la mesa una de las comidas más sabrosas de todo el universo. Cómo no ser en Galicia feliz…

7 – Ir a la cascada de Ézaro.
Escribió de la cascada de Ézaro el Padre Sarmiento que esta es «Una prodigiosa catarata al despeñarse en el mar por las faldas del Monte Pindo y frente al Cabo Finisterre». La imagen es tal cual el erudito reflejó en su cuaderno viajero: la visión de este imponente salto deja sin palabras. Muy próximo a Fisterra, a 30 minutos en coche, el lugar más fotogénico que ver de Finisterre a Muros es esta caída del río Xallas por una vertical pared. Caudalosa y ruidosa -sobre todo en tiempos de lluvia- creo que es una de las cascadas más bonitas de toda la Península Ibérica. Si se tiene tiempo, merece la pena subir hasta el mirador para tener la línea costera, con el cabo del fin del mundo de fondo, a los pies.